lunes, 16 de septiembre de 2013

CARTAS, MALDITAS CARTAS.

Confesiones vende patrias, descargos sentimentales, catarsis compartidas, o un simple momento feeling que te tocó en el día menos pensado mientras tenías un lapicero y un papel a mano. Como quieras llamarlos, son eso, un hito en época, un marco de tiempo que encierra una etapa determinada dentro de cualquier relación, no necesariamente amorosa.

Pero veamos paso por paso, o tropiezo por tropiezo, a estas típicas confesiones que nos han hecho llorar alguna vez al encontrarlas refundidas en nuestro clóset, cajas, archivos, etc.

La de confesión amorosa.
Yo creo que esta es la primeriza, la del nene que quiere caerle a la niña que le gusta, o viceversa. Sí, ése o ésa que ni verte a los ojos puede. Aún así, es bastante valiente que te escriba algo. Hace de su intención algo más sincero, real.

La del primer mes.
¿Típico no? Creo que es la respuesta al “no sé qué diablos regalarte”. A pesar de esto, también es considerado evaluar la edad en la que la entregas, no es lo mismo un primer mes a los 14 que uno a los 22.

La del perdóname.
La clásica, la que casi nunca falla, la que particularmente yo he escrito bastante. Aunque lo clásico no le quita la intención, este tipo de cartas son la artimaña perfecta cuando eres un/una cobarde empedernid@ como yo, a la/ al que le salen las lágrimas antes de palabras.

La del cumpleaños.
La tarjetita con el “Feliz cumpleaños” o del bilingüe que no encontró otra que “Happy birthday”. Gente, este tipo de tarjetas con dedicatorias ¡NO VAN! Así tengas una mala letra, existen las impresoras. Se ven demasiado improvisadas por ser semi-preparadas. Inspírense un poco y no se olviden de firmar al final, tacaños.

La de despecho.
Estas son las más hardcore, las más íntimas y explosivas cartas que he podido encontrar. Es un desfogue total porque ya no existe el típico miedo a guardarse algo en letras, la pluma va y va. Creo que es la mejor catarsis que puede existir. Eso sí, no veo necesario enviarlas, guárdenlas en alguna carpeta oculta del ordenador, o en su defecto sigan los siguientes pasos: Escríbanla sin levantar el lapicero, léanla pausadamente evitando las lágrimas y por último... DESTRÚYANLA. Créanme, esto evitará cualquier intento suicida de enviar el famoso texto en plena borrachero o momento emo.

Las cartas, mails, mensajes, o sea cual sea el canal; son sencillamente permanentes. Elijan bien a quién dárselas, y más aún de quién recibirlas. Si no lo pensaron al igual que todo el mundo, seguimos creciendo en el grupo de jodidos.


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