En todo este tiempo, mis ganas de escribir
desaparecieron. Fue como abrir el computador, encontrarme con el teclado y
decidir que tenía mucho trabajo como para empezar a escupir con letras todo lo
que me estaba pasando.
He vuelto, pero sin ser la misma chica del
vaivén. Como cuando a Benedetti la poesía le abría sus puertas, todo le cambiaba
y él cambiaba con el cambio.
“-Eres la persona que
mejor me conoce.
-Pero dijiste que en
este tiempo, alejados, habías cambiado, que ya no eres el mismo.
-Tienes razón, no lo
había visto así. Ahora, ¿quién me
conoce?”
El reencuentro con una persona que marcó
grandes hitos en tu vida no sólo es incómodo y aterrador, también
está lleno de respuestas adelantadas al “cómo me verá ahora”. Y es que no
podemos ser tan hipócritas al decir que no nos interesa saber cómo nos verá el ex después de un largo tiempo.
Porque yo, jodidamente me he preguntado 5 horas antes de verlo (sí, fue un largo
camino para aceptar la invitación), si estoy más ancha, más delgada, me veo más
intelectual o más preparada, hablo mejor, visto mejor, camino mejor, o si
simplemente le valdrá madre todo lo que pueda pensar en ese instante y me dirá “estás igualita”. (Maldito, no sabe que me vi en el espejo unas 30 veces antes de verlo)
¿Y estas preguntas reflejan inseguridad o un
deseo carnal escondido muy en el fondo hacia esa persona? No, es simple naturaleza
humana. La supuesta auto-superación después de cualquier ruptura.
Al verlo, todo fue tan natural, tan de todos
los días, tan “nunca dejamos de vernos” esos nervios aterradores que sentía,
desaparecieron. Me di cuenta de cuan buenos amigos habíamos sido y aprendí con
cada palabra suya, todas las lecciones de lo que no volvería a hacer si algún día me
enamoro otra vez. Para qué el resentimiento, ¿no sirvió sentir una sola vez? El
“re” está de más.
Le conté que fui feliz por un tiempo y que
ahora me sentía la mujer más engañada del universo. Le conté que confié y me
defraudaron. Le conté de mi graduación, de mi nuevo trabajo, le conté que había
sacado un préstamo en su ausencia y que ahora estoy endeudada hasta febrero. Le
conté que le había escrito mucho pero que nunca le daría nada.
Éramos otros, habíamos cambiado y eso estaba bien.
Porque
cambio debe ser mejora, mejora de un “Ahora
he aprendido”.